sábado, 28 de abril de 2018

¿Si es útil es feo?


Recientemente he instalado, asomando por las paredes, un humilde trío escultórico en Suites 1478 (una mano y dos cabezas, íntimamente relacionadas entre sí, como veremos) 

Todo bien, pero un vago runrún hormigueaba insistente por mi oreja izquierda: "Cuidado, estás cayendo en la pendiente del utilitarismo. Da igual cómo lo hagas, ¡si es funcional, no es arte!" 

¿Por qué les cuento esto?






Porque la mano que señala acusadora, no acusa ni señala. Dirige: ¿Los servicios, por favor? Siga el dedo de aquella mano, caballero. ¡Horror, mi mano es funcional! 

Ahora resulta que me voy a sentir aludido por las palabras siempre ácidas y poderosas de Theóphile Gautier, el hombre que prefería su zapato descosido a un verso mal rimado, que vendería su calzón por un anillo, su pan por mermelada:  

Sólo es realmente hermoso lo que no sirve para nada. Todo lo que es útil, es feo, porque es la expresión de alguna necesidad y las necesidades del hombre son ruines y desagradables, igual que su pobre y enfermiza naturaleza. El rincón más útil de una casa son las letrinas.




¡Ah, pero esto no es todo! 

Llegados a los baños, caigo en picado: no sería decoroso en estos tiempos pacatos, arriesgar a meterse uno en el de ellas o una en el de ellos. Bien avenidos sí, pero sin confianzas ni mezcolanzas indeseables. Y para eso están mis cabezas:




He tratado pues de anular el margen de error, sin bigote ni pintalabios mediante, a un nivel que apenas supere el cero. 

Eficaz y funcional, sí... ¡como las letrinas!





En fin, me alivio imaginando a la mismísima Hannah Arent rescatándome de los radicales franceses, moderando el discurso y relacionando la funcionalidad con el uso y con el desgaste (algo que en principio, no sufrirán mis piezas) 

Recupero por eso un par de párrafos de su La Crisis de la Cultura (1968):

Un objeto es cultural en función de la duración de su permanencia: su carácter duradero se opone a su aspecto funcional -ese mismo aspecto que lo haría desaparecer del mundo fenoménico a través de su uso y de su desgaste (...) La cultura se ve amenazada cuando todos los objetos del mundo producidos actualmente o en el pasado son tratados exclusivamente como funciones de los procesos sociales vitales -como si no tuvieran otra razón de existir que la de satisfacer alguna necesidad- sin importar si las necesidades en cuestión son elevadas o innobles.