domingo, 2 de diciembre de 2012

La madre Jerónima, Velázquez y a Dios rogando.





Un Diego Rodríguez de Silva Velázquez de 21 años, sometido a tediosos encargos eclesiásticos, retrató sin piedad en 1620 -como hiciera 30 años después con Inocencio X- a la venerable clarisa semidescalza, la muy señuda Madre Jerónima de la Fuente.

"A Dios rogando", desde Velázquez, de la serie Fricciones
La mirada suave, comparada con la terrible tensión de las manos,
que aprietan fuerte una biblia y un mango sin cruz.
En su lugar, pedacitos de civilización hecha pedazos.
Los soles lo iluminan todo, en vano.


Llevaba la señora 65 años encerrada en ese cuerpecillo amarillento al que no bañaba nunca el sol, pues andaba ella de convento en convento, ora que te ora a susurro limpio pues, como dice una de las inscripciones del cuadro original,“es bueno esperar en silencio la salvación de Dios” o más abajo, “en su gloria (la del crucificado) está mi verdadera satisfacción”.
Pobre mujer, se entiende esa carita.


La Venerable Madre Jerónima de La Fuente"
1620, 160x110 cms, Diego Velázquez 


Terminado el cuadro, partiría Jerónima al lejano extremo oriental del flamante Imperio Español, las Filipinas, a absorber el seso a los pobres negritos -término acuñado por aquellos intrépidos españoles, ladrones de suelo y de vida- indígenas ignorantes de “la verdadera satisfacción” que les traía la Venerable.

En 1650, Don Diego volvía a trasladar la frustración religiosa al lienzo, en el rostro de un papa. Aquí les muestro mi humilde versión:


"Órgano Papal", desde Velázquez, de la serie Fricciones
¿Qué hizo Inocencio con sus ropajes?
Sus manos delatan más placeres que contrición.

Fragmento del Inocencio X



LezcanoJaén









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