martes, 3 de octubre de 2017

Ese fenómeno social llamado "inauguración".


Cualquiera que se dedique a esto de hacer cositas con las manos (manos que obedecen al estómago y a otros órganos tangibles o no) es consciente de que habrá de pasar buena parte de su tiempo en soledad (falso) no mirándose el ombligo, pero casi. 


Entre paréntesis la palabra falso adelanta que podría tratarse de un truco ¡lo es! una estratagema poco sutil y bastante rebuscada para pasar una vida más y mejor acompañada. Pues, qué diablos haría yo encerrado en mi cueva si no hubiera otras personas afuera.

No soy de esos hacedores que pronuncian puño en pecho “pinto como otros respiran” o “si no pinto, muero”. ¿Pintarías tú si te encontraras como el Charlton Heston de los setenta: único hombre vivo sobre la tierra? Claro que no. ¿O sí? Yo seguro que no pintaría si me quedara solo en el mundo, no al menos durante el primer trimestre (el tiempo que me llevara saquear la sede central de Winsor & Newton y okupar el estudio de Gerhard Richter)

Uno de los resultados más obvios de la vulgar artimaña es ese fenómeno social llamado “inauguración”. La inauguración, seamos francos, es una especie de auto homenaje (como lo son también las bodas y los bautizos, los cumpleaños, las comuniones, incluso los entierros para el desconsolado más cercano) que se organiza el artista para sí mismo, aparentado cuidadosamente que son otros los que lo hacen por ti, casi sin querer uno.

Ay, pero a mí me chiflan las inauguraciones. La moral se me sube, y el vino. Ya, ya, sé que la gente miente como bellaca en esas fiestas, pero lo hacen por ti y lo agradezco igual. Es mi día, mi noche, que espere tumbada la cruda realidad (ya la despertaré mañana, si me acuerdo)

A propósito de todo esto: hace unas semanas inauguré sin inauguración unas pinturas enormes y envolventes (envolventes digo pues envuelven paredes y techos) No hubo gran noche (sniff) no corrió el vino. No he tenido que reincidir en no ponerme corbata y colorete. El fruto de mi encierro de seis meses se ha mostrado sin titulares ni bulla y… cómo lo estoy saboreando... 

El techo secundario (donde ilumina de forma incorrecta la lámpara del hall del fantástico Suites 1478) contiene cientos de dibujos a modo de libreta de bocetos (Laboratorio de Ideas, 180x240 cms) donde los elementos que pueblan el conjunto Fantasía y Fuga del Jardín del Edén lucen crudos en esbozos simples de línea, entrelazados o superpuestos con notas y dedicatorias. (foto: Manolo Morales)

La satisfacción del trabajo (¿bien?) hecho la recogeré como nísperos maduros, mayo tras mayo. Es cierta mi ventaja: la instalación no tiene prevista fecha de caducidad; incluso es previsible que ahí quede aupada sobre el espacio, más tiempo que yo sobre mis pies. Los amigos tienen una vida para avisarme que van (y lo hacen, no me quejo ni hago llamamientos) para ver juntos todo el Suites 1478, echarnos algo, vivirlo despacio, a cuentagotas. Personas a las que no conozco me escriben, comentan, dan sentido y perspectiva a lo que de la tremenda borrachera (creativa) brotó en mi cueva durante aquellos meses finales de 2016.

¿Estoy haciendo sin quererlo una apoteosis al autohomenaje continuo? ¡No, por el amor de dos, no! Más bien al contrario, trato con esta perorata de reclamar para todo currante honesto el premio sereno, proporcionado. La reflexión y la crítica ponderada. El disfrute conjunto del trabajo de todos. Eso. Afortunado me siento.

pedrolezcanojaén

El conjunto Fantasía y Fuga del Jardín del Edén está instalado en Suites 1478, en la calle Dr. Chill, nº 22. Vegueta, Gran Canaria, donde además se pueden ver obras de artistas del calibre de Manolo González, Lita Cabellut, Ana Lilia Martín, Fernando Álamo o Marina Vargas.


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