jueves, 8 de marzo de 2018

La Guarida del Perro Verde


Marcos Crespo escribe, tras una visita a mi cueva junto a nuestro amigo común Salva Santana, una crónica intencionadamente florida de mis desventuras cotidianas en el taller, estudio, cueva y guarida: 

(muy agradecido por tan elegante regalo)

Uno de mis primeros autoretratos involuntarios...
¡Hasta que Laura T. García Morales se dio cuenta!

En su guarida, creada entre espacios de claroscuros y lucernarios ventilados, se hayan los retazos pincelados de las instantáneas que su mente vomita en momentos de idílico baile con la ensoñación. 

Mantiene con sus “alelíes” y “testas preñadas”, un diálogo en su propio idioma inventado. El soliloquio lo mantiene atento, concentrado. De estancia en estancia, se han ido desparramando y anidando sus criaturas, para así poder vigilar sus idas y venidas. 
Semidistraído y un poco enloquecido, deambula por la guarida armado con un pincel en cada mano. Tras la sombra de larga envergadura, los dos fieles cancerberos le hacen de ayudas de cámara. 

Tristán y Laica.
Revisan y observan cada una de sus miradas, si el Perro Verde para o se queda absorto, ellos imitan y contemplan. Si el Perro Verde reanuda su deambular, ellos retoman la guardia y le hacen de séquito. Ahora está callado, ante el inmenso lienzo donde el hada de hermosa y ligera pose, se hace enorme y se va convirtiendo en carne, cincelada cada detalle a base de brocha y pincel. Sus guardias, rata en boca, le dejan ensimismarse y reposan en sus nichos, a la espera de la siguiente ronda. 

Mientras tanto, el diálogo en las otras salas se mantiene continuo. Traviesas, las criaturas de sus creaciones, interrogan al aíre, y le piden que lleve a sus oídos, sus susurros. Y esta, obediente, enzarza en el enmarañado hilo de sus pensamientos, las conversaciones y secretos de sus habitantes bi y tri dimensionales. 



Y el Perro Verde va de sala en sala siguiendo este hilo luminoso que su mente percibe, desarrollando las historias que se le insinúan en la caverna de su mente. Las historias son hilvanadas con los pinceles y trozos de maestría, que refrena como un domador ante las fieras, para que se plieguen a sus designios… siempre en precario equilibrio con la desbordante necesidad de plasmar mil ideas en un solo lienzo. 

Pero paso a paso, como si de una guerra damérica se tratara, avanzan sus pinceles sobre el lienzo y retienen el ímpetu de sus trazos. Y poco a poco, surge de blanco manchado, una serie de filigranas y márgenes. Sobre ellos, y en primer plano, las figuras de sus ensueños, de pesadillas, de vientos internos. Los cánones se rehacen para complacer a su ojo y las manos vuelan de arriba abajo, de abajo arriba, de izquierda a derecha y vuelta arriba… y sigue en el plano en donde no hay cortapisas , no hay fines. No hay más que vértigos y sueños. Y de esta manera, tanto los cancerberos como la guardiana de la guarida, observan en silencio al Perro Verde. 

Fragmento de Los Lilim, instalado en Suites 1478 (240x150 cms) que forma parte
de las cinco grandes pinturas de nombre Fantasía y Fuga del Jardín del Edén.

De sala en sala, de obra en obra, de esquina a esquina. Le velan el ensueño creativo para rescatarle en los momentos en que las voces se hacen llenas o se desvanecen en la noche. Esos son los momentos de actuación, en que, entre abrazos, lametazos y algún que otro coscorrón, reclaman la vuelta a la realidad terrena del hado volador del pintor. Y el diálogo queda pendiente, dentro de la Guarida del Perro Verde, para un nuevo llamamiento y un nuevo sueño que entrelazar con las urdimbres del lienzo. 

                                                                               Texto de Marcos Crespo.








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