lunes, 26 de septiembre de 2022

INcertidumbre(s) X3



El jueves, día 29, a las 7 de la tarde, “nos inauguran” en el CICCA. Será una muestra a cuatro cabezas. A ocho manos. Tres pintores y una comisaria. Cuatro. Digo “nos inauguran” porque Mayeye, María de los Reyes Hernández Socorro, nos ha prohibido estar presentes en el montaje. Y no es que Mayeye tema la intromisión de unos pintorcillos malcriados, no, ella quiere convertirnos en público y sorprendernos a todos. Ha sumado tantas horas, días y meses de trabajo… Una entrega apasionada en la construcción de una exposición ambiciosa, cargada de ideas, de colores comprometidos y de carne enharinada, sensual y grotesca: la de todos. 


Parte inseparable de este trabajo se está volcando en el catálogo, un libro de arte que aspira a perdurar, y que se presentará a lo largo del mes de octubre. 


Qué cosas, antes de que un servidor abriera sus ojos por primera vez, una imagen extrañamente viva anidaba ya al final de una de las paredes, más bien oscuras, que comunicaba el salón de nuestro piso de Tomás Miller con el espacio de sillones frente a la entrada. En esa pintura, un moribundo era velado por una cohorte de familiares a medio sonreír; sus cabezas, alimentadas de ilusiones no precisamente espirituales, ni piadosas. La imagen pertenece a un objeto, una pintura, creada por Rubén Darío Velázquez, que viviera en Gran Canaria medio siglo atrás. Fue entonces cuando un joven pintor, Armando Lorenzo, encontró en aquel hombre de modesta presencia pero mente insondable, una amistad valiosa, pero también un maestro y un modelo al que seguir, desde su propio universo y gusto estético personal. 


Ahora, durante los meses de octubre y noviembre de 2022, poblaremos juntos las catacúmbicas galerías del CICCA. Es como cerrar un círculo, un círculo torcido y abierto como una letra “O” escrit… dibujada por un niño que no sabe, ni quiere crecer. Y si me pongo a contar, fue en el CICCA donde, hace una década, conocí a Armando. Se celebraba, el 11 de octubre de 2012, la inauguración de mi “Fricciones”, cuando el admirado pintor se acercó para ofrecerme un intercambio de pinturas, que acepté como quien recibe un gran piropo ilegal. 


Un año antes, mi único encuentro personal con nuestro Rubén había acontecido en casa de su coleccionista más fiel en la isla, la poeta Dolores Guerra.

Puede que el círculo que ahora completamos sea imperfecto, pero la presencia de Mayeye, a la que conozco mucho, mucho tiempo antes que ella a mí, lo convierte en un perfecto círculo en cuadratura. Cuatro



pedrolezcanojaén


 

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