lunes, 24 de septiembre de 2012

¡Arte, Arte, Arte!




Rafael Navarro Miñón, arquitecto de profesión. Creador de vocación, y de hecho.

Por fin expondrá en Londres. La Tate espera ¡al Genio, al Artista! The Daily Telegraph

Alabado en Tokio, aclamado en Nueva York,  Berlín se arrodilló ante su talento. París, Barcelona, Moscú… Y  ahora, nuestro Museo de Arte Moderno le abrirá sus puertas para glorificarlo. The Independent

La divinidad sostenía, entre otras muchas, la excentricidad de no acudir a los actos en los que con absoluta seguridad se ensalzaría a su ego. -Odio  las adulaciones, huyo del aplauso fácil, me repugna la ignorancia, la vulgaridad, la incultura del populacho -decía desde su pedestal celestial. Y continuaba: -Mi obra es sólo para minorías, para una selección rigurosa elegida por los dioses.

La Reina Madre, el Primer Ministro y el Representante de la Cámara de los Lores, olvidándose de la flema inglesa, calificaron como de ultraje a las instituciones británicas la ausencia del extravagante artista en el acto de inauguración, y así se lo hicieron saber mediante las correspondientes notas redactadas por las secretarías de la Casa Real, de las cámaras del Parlamento y del Foreing Office. -El protocolo me lo paso yo por el forro de los cojones, dijo, mientras rompía en trozos los papeles. Después tiraba de la cadena del retrete. 

Las salas se saturaron de talento, de ingenio, de agudeza, de innovación. En una: un perro encadenado y hambriento al que no se le permitía la ingesta de alimentos, en otra: latas de conserva abiertas sobre una fuente de calor para que fermentara su contenido, en la contigua: televisores que emitían en directo el deshielo de los polos, el descalabro irremediable de la banca, y la hambruna en Etiopía… ¡Arte!, ¡Arte! con mayúsculas… 

Sin embargo el centro de atención, los comentarios más apasionados, la apoteosis, la causó el carrito de acero inoxidable repleto de paños, cepillos, palas y productos de limpieza que ocupaba el centro de la Sala Principal en la que además se mostraban cientos de gusanos que se reproducían sobre un trozo de carne en putrefacción. Insistimos: ¡Arte!, ¡Arte! y ¡Arte! Pero volvamos al carrito. Despiecemos la obra. La lejía estaba elaborada en Portugal, el cubo y el palo de la fregona, rojo y amarillo, era una referencia directa a la bandera española, el distribuidor en el Reino Unido del plumero atrapa-polvo tenía apellido griego, la patente del jabón era italiana, francés el abrillantador... ¿Y el carrito? El carrito íntegramente fabricado en Alemania. No había que seguir, todo estaba bajo control, nada era producto del azar. El dominio, la explotación, el aplastamiento del poder económico alemán sobre el resto de países europeos quedaba explícitamente constatado. Una crítica dura y directa a la perversa política económica fraudulentamente llamada comunitaria. Extraordinario, prodigioso, innovador, genial, comprometido, firme, voraz. Hubo aplausos y vítores. Y, cómo no, la referencia unánime: el carrito de limpieza. 

Obra de hondo calado conceptual. S/T

La pieza, que si bien fue la más y mejor conceptualizada por los especialistas en Arte  e incluso por los analistas más prestigiosos expertos en economía, produjo, sin embargo, estupor en ciertas esferas  políticas y monetarias. La Canciller alemana, una tal señora Merkel, haciendo eco de la petición del BCE, exigió su retirada inmediata. Y así se hizo. La prensa no habló de otra cosa. Y se intentó responsabilizar al artista del descalabro bursátil, del descenso de inversiones en deuda pública y del aumento de la morosidad en las hipotecas inmobiliarias de esas fechas. En fin…  

La Canciller cuando se enteró de lo del Carrito

Noche de aquel día. Barrio obrero de Tottenham, norte de Londres. Dos de la madrugada: 
Liza Blentow empleada de la empresa de limpieza The White Duck, se incorpora en la cama. Sonríe: -Willians, cariño, me acabo de acordar donde dejé olvidado el carrito de la limpieza. El señor  Blentow, entre resoplidos, masculló: -bexyhiqugrt... y siguió roncando.

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