domingo, 24 de noviembre de 2013

Malditas cartelas (y otros traumas de infancia)


Tras un año de orgía guarrindonguera entre telas húmedas, chorreos y brochazos, de golpe se me acaba la fiesta. Toca presentar los resultados, toca orden, toca blancura: 

¡Toca hacer las cartelas!


El título de una de mis piezas favoritas,
sobre una cartela mal hecha.

Y sufro, créanme que sufro. Esa rectitud imposible; recortar el papel y el cartón pluma con idéntica (im)perfección para que todo encaje, es como una pesadilla. En efecto, soy de los que nunca ha perpetrado dos cartelas iguales. 
Yo les pido, no miren mis cartelas; una lectura rápida y los ojos a la pintura, sean bondadosos.


Toca hacer las cartelas


Aún recuerdo con tristeza el año en el que suprimieron la asignatura de Dibujo Artístico en el colegio, para sustituirla por aquella invención de Mefistófeles llamada Dibujo Técnico
Sentí temblar el suelo bajo mis pies.


¡Horror!


La media de mis notas bajó con tanta brusquedad como mi cota de bienestar escolar. Era como si un señor bien afeitado me apuntara con el índice espetándome un "se te acabó el chollo, niñato, empieza la vida adulta". Y sí, de la libertad del dibujo, de la mancha y el rayón, me vi abocado, de sopetón, a la pulcredad derecha de la regla y el compás. Me birlaron el carbón y me dieron una cosa fina de nombre rotring
Sí, se empezaba a acabar lo bueno.

Gracias que uno se hace mayor y vuelve a mandar, en teoría.



Pintar no es sólo pintar
                                                                                                                                                                   

                                                                                                                                                                   LezcanoJaén

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