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Foto de Andrés Brito, testigo presencial de los hechos. |
No presumo ni lamento el hecho de que me intentaran asesinar en mi propia inauguración, al contrario, soy muy consciente de mi parte de culpa. Les cuento:
Ocurrió durante la apertura de una de mis últimas exposiciones. La sala lucía espléndida y repleta de amigos. Desconocidos también había. Todos regalándome parabienes, por cariño o simple cortesía:
-¡Me encanta
el color!
-¡El trazo es muy potente!
-¡El trazo es muy potente!
-¡La técnica
impecable!
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El desdichado Pintor, creyéndoselo todo. Foto: Andrés Brito |
La crítica nunca alcanza al protagonista en estos acontecimientos. Si acaso algún silencio incómodo o mirada patética. La ironía es otro de los recursos utilizados, pero requiere mayor destreza. Recuerdo que un personaje ancho con un bigote lacio se me acercó por mi izquierda, señalándome con el dedo mucho antes de llegar a mi lado:
-Aprecio una
fuerte tendencia hacia lo trágico en tu Pintura, aunque uses colores fuertes y
alegres, en cierto modo.
-Si le soy
sincero, no pienso mucho cuando pinto.
-Se nota, se
nota, de ahí las absurdas contradicciones en las que caes a veces.
-Bueno, quizá
sea más coherente con mis dibujos, me siento fuerte en ellos.
-En efecto, en efecto,
tu obra gráfica es más sobria y elegante, aunque adolezca de un cierto amaneramiento
desagradable.
-¿Usted cree?
Le agradezco la sinceridad, no es lo más frecuente recibir crí…
Minutos
antes, una mujer madura, chaqueta roja, pelo estofado, rostro reflexivo, con una enorme copa de boca ancha ennobleciendo su pose de experta observaba, en la zona de mis dibujos a tinta china sobre papel Arches de alto
gramaje, un desnudo soberbio, está mal que yo lo diga, especialmente insinuante,
de una línea ondulada y serpenteante considerablemente hermosa para qué mentir, y acertados
pero breves toques rojos de collage.
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El detonante. |
Sin duda, la pieza no le dejaba indiferente, y aunque su mano libre no sostenía la lista de precios, estaba seguro de su pronta adquisición. Mientras, el señor del bigote se me acercaba, su dedo balanceándose.
Pareció confirmar mis suposiciones de venta cuando decidida,
descolgó la pieza de su pared y con una rara habilidad liberó el dibujo de la madera y
el cristal, estropeándolo ligeramente. Tras darse la vuelta y según supe después, sumergió
mi obra indefensa de forma grosera en su cava y con pasos largos e
indisimulados, se situó a mis espaldas para, con probidad admirable en una
señora de su edad, y antes de que mi interlocutor pudiera advertirme,
introducir en mi boca la masa aromática que fue mi maja en tinta, en el momento
en el que empezaba yo a disertar sobre la crítica constructiva.
La consternación fue general en la sala, como es
natural. También el silencio, sólo roto por los aullidos de mi agresora, que se revolcaba sobre mí en el suelo y que
con una fuerza inusual estaba logrando acabar con mi vida, pues el papel
ennegrecido hecho a mano disuelto en el líquido navideño, una plasta, bloqueaba
mi sistema respiratorio ya de forma alarmante.
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El asunto se puso francamente feo. |
La parálisis de los asistentes, que ya no miraban mis cuadros, tuvo una afortunada excepción en el amable anciano que poco antes elogiaba mi técnica. Se arrojó sobre la agresora y redujo a Sylvia Ballesta, que entre espumarajos y balbuceos respecto a no sé qué del pincel, fue conducida, sin más, a las dependencias policiales.
Nota:
La Señora Ballesta, que en declaraciones
posteriores explicó su explosión de rabia al resultarle “insoportable el
tembloroso trazo del pincel”, fue absuelta sin cargos.
Con el tiempo nos hicimos buenos amigos; gran
conversadora, fina esteta, terminó por convencerme con sus argumentos respecto
a mi trazo.
De hecho a día de hoy, ya son tres mis intentos de suicidio,
aunque seguiré dibujando.
LezcanoJaén
LezcanoJaén
Muy bueno Pedro! "insoportable el tembloroso trazo del pincel" buen golpe, me estuve riendo un rato. Ponerte en el lugar del espectador, es un gran ejercicio de autocrítica. No estaria mal una noche de inauguración como esta (siempre que termine sin necesidad de llegar al hospital) Un saludo
ResponderEliminarPero que aventura es esta? Tengo que ir a ver esa exposición si el resultado es tan vibrante, aunque fuera de lugar. Saludos.
ResponderEliminarEspero que a todo pintor no le acabe llegando su Santa Sylvia Ballesta. En unos días inauguro, ahí tendrá su ocasión, otra vez. Quizás la Sala se llene con la posibilidad, aunque sólo sea por el morbo. Yo por si acaso daré "orden" de servir en copas mini. Saludos y gracias por la visita, a las tres! Nos vemos el 11, no? ;-)
ResponderEliminarSi ya era un aliciente las copas gratis, perdón, ver tu obra, la posibilidad de conocer a Sylvia Ballesta ya hace imprescindible la asistencia. Tenia dudas acerca de su existencia, ya no. La prueba irrefutable es que está en el facebook.
ResponderEliminarSí, ha aparecido en Facebook! Cuando ayer por la mañana recibí su propuesta de amistad, casi me da un ataque. El poder de la imaginación, qué cosas...
ResponderEliminarImpresionante Pedro ya sabes mi debilidad de tu linea caótica negra sobre blanco. Me debes un experimento en video con esa estética :)
ResponderEliminarMe apunto. David, me estás ayudando a abrirme al mundo demoníaco de la tecnología, y sería de tontos cerrar los ojos. Cuando estemos un poco más libres los dos, nos ponemos! Me parece a mí que podríamos hacer varios experimentos al respecto, ya hablamos...
ResponderEliminarSi la historia está a la altura de la exposición, qué pena perderme una inauguración tan rocambolesca :) Me gusta mucho esta mezcla de pequeño relato y cuadros
ResponderEliminarEn estos casos Almudena, la realidad no supera (ni de cerca) a la ficción, por suerte...
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