En esta entrada les mostraré seis pequeñas obras de mi serie de Nocturnos.
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Al salir de la Escuela Luján Pérez, por la calle Mendizabal corre a veces un aire frío y húmedo. Las sombras y la luz falsa pintando abstracciones, como si nada. Ni un alma. |
A finales de 2009 y durante casi todo el 2010, me rendí al cemento de mi ciudad, que es el cemento de todas las ciudades...
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La calle Curva no acaba nunca, y si te despistas, desembocas en la calle Arco. Las aceras minúsculas, los coches arrimados. |
...a la luz gris amarillenta, a las formas informes de mis noches de Vegueta, que son como todas las noches.
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Verticales de piedra y de luz. Alguien vuelve a casa, pero casi no le veo. |
Querría volver al paisaje. Este de abajo es el único de la serie que conservo conmigo:
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La luz de las farolas. Al fondo a la izquierda, Guinigüada. |
Ahora, volviendo a estas pinturas, me pregunto cómo rayos las hice; ni idea. Espero que los jefes de la Tate no me pidan una serie similar, no sabría qué decirles. ¡Qué sofoco, qué papelón...!
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El callejón negro, a la derecha, se empina hasta el barrio profundo de San José. Desde arriba se disfrutan las mejores vistas de la ciudad, pero el señor del maletín no lo sabe. |
Aunque yo pueda usar los colores que quiera -tubos no me faltan- en mi ciudad, el verde es gris. En todas.