domingo, 16 de diciembre de 2018

Tres insignificantes sucesos separados en el tiempo (1/3)


Detalle de El Jardín de las Strelitzias, 170x230, 2018.


1. Mono.

Tengo siete años. La figura de mi padre aparece desde la oscuridad de la entrada con un mono sobre sus hombros. Por su bigote le llamamos Íñigo. En aquella época teníamos en la azotea un modesto palomar. Su matriarca era una vieja paloma de una sola pata. Apenas despegaba su cuerpo del suelo. Comer y descomer era su oficio. Íñigo llevaba una vida razonablemente libre y el día que desapareció no debió sorprender a nadie. Buscamos y gritamos su nombre conociendo el silencio de su respuesta. Nos costó pensar en la azotea. Al llegar arriba, el suelo era un caos de plumas y sangre. 


Detalle de El Jardín de las Strelitzias, 170x230, 2018.

Desde el fondo, entre los bidones, acodado sobre el grifo de mango rojo, nos miraba Íñigo despreocupado, chupando una pata de paloma. Unos años después en esa misma azotea, moría Íñigo por insolación, olvidado al sol por un niño que aún no sabía que se podía llorar con razón.* 


Detalle de El Jardín de las Strelitzias, 170x230, 2018.

*Lo enterramos en un rincón del jardín, junto al drago que se negaba a crecer. Siete años después, un joven Felipe -el foxterrier de mi adolescencia- trajo al sofá de la tele un pequeño trofeo en forma de cráneo. Enseguida reconocimos a Íñigo. Lo regresamos respetuosamente a su lugar, ahora bajo tres pesadas piedras de mar.









3 comentarios:

  1. Algún día te contaré la historia de Plumero, mi ardilla,...cuando supere ésta. Buf! Un placer pasear tus letras y tus obras tan, tan...

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    1. Rosy, me alegra que te remueva lo que ves. Espero que me cuentes esa historia de Plumero pronto, en nuestro próximo encuentro..

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    2. Y tanto amigo, qué pasada! Prontito sí...

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